Gratitud, curación e historia: La ciencia y la
El alma de dar las gracias
Cuando el dorado resplandor de noviembre se posa sobre las montañas y el aroma de la canela inunda el aire, nuestra mente se inclina naturalmente hacia la gratitud. Compartimos mesa, nos pasamos los platos y nos detenemos a apreciar a las personas que se sientan a nuestro lado. Hay algo profundamente enraizante en ese momento: la calidez de la conexión, la desaceleración, el acto de nombrar aquello por lo que estamos agradecidos.
Sin embargo, cuando nos reunimos, también es importante recordar que los orígenes de Acción de Gracias no son puramente festivos. Para muchos pueblos indígenas, este día representa la pérdida, la colonización y la eliminación. Reconocer esta verdad no resta belleza a la gratitud, sino que la profundiza. Nos invita a dar cabida a emociones complejas, a practicar la compasión y a dar las gracias de un modo consciente e inclusivo. La gratitud, cuando se practica intencionadamente, se convierte en una fuerza de sanación, tanto personal como colectiva.
La ciencia de la gratitud
La gratitud no es sólo una palabra de moda para sentirse bien; es un superpoder para la salud mental. Los estudios demuestran que las personas que practican regularmente la gratitud experimentan:
- 25% menos síntomas de depresión y ansiedad
- Mejor calidad del sueño y reducir la presión arterial
- Mayores niveles de resiliencia y optimismo, incluso en tiempos difíciles
- Conexiones sociales más fuertes y un mayor sentido de pertenencia
Según una investigación del Greater Good Science Center de la Universidad de Berkeley, practicar la gratitud cambia la química del cerebro: activa el córtex prefrontal, relacionado con la toma de decisiones y la regulación emocional, y libera dopamina y serotonina, los neurotransmisores del bienestar que ayudan a estabilizar el estado de ánimo.
En resumen: la gratitud reconfigura el cerebro para que vea la abundancia en lugar de la carencia.
La gratitud como práctica diaria
He aquí algunas formas sencillas, basadas en pruebas, de incorporar la gratitud a tu vida cotidiana, incluso después de que se hayan acabado las sobras del pavo:
1. La práctica de las “tres cosas buenas
Cada noche, anota tres cosas que te hayan ido bien durante el día. No hace falta que sean grandes cosas: a veces basta con decir “he visto salir la luna por el Pico 8” o “el café estaba perfecto esta mañana”. Este ejercicio, demostrado por las investigaciones del Dr. Martin Seligman, puede aumentar la felicidad hasta seis meses.
2. Cartas de agradecimiento
Escribe una carta a alguien que haya tenido un impacto en tu vida, aunque sea pequeño. Si puedes, léesela en persona. Los estudios demuestran que expresar gratitud directamente puede aumentar la felicidad en 20% o más, y reforzar el vínculo entre quien da y quien recibe.
3. Momentos conscientes de agradecimiento
Antes de las comidas, durante los paseos o al final de la jornada laboral, haz una pausa y respira hondo tres veces. Pregúntatelo a ti mismo: ¿Qué puedo apreciar en este momento? Ese pequeño cambio de conciencia crea equilibrio emocional y entrena al cerebro para centrarse en lo bueno, incluso en medio del caos.
4. Gratitud en comunidad
La gratitud crece exponencialmente cuando se comparte. Crea un muro de gratitud en el trabajo, en tu familia o en un evento comunitario donde la gente pueda publicar aquello por lo que está agradecida. Cuando somos testigos de la gratitud de los demás, nuestro propio sentido de esperanza y conexión se expande.
5. Reencuadrar los retos
La gratitud no significa ignorar el dolor, sino ver la luz a través de él. Cuando te enfrentes al estrés, pregúntate: ¿Qué me está enseñando? ¿Qué fuerza me está revelando? Esta mentalidad convierte la dificultad en resiliencia, y la resiliencia en crecimiento.
Más allá de las vacaciones
Aunque el Día de Acción de Gracias sirva como recordatorio anual para hacer una pausa y dar las gracias, la verdadera belleza de la gratitud es que no necesita vacaciones. La gratitud es una forma de vida, una elección diaria para darnos cuenta de lo que nos alimenta, para mantener la curiosidad, para estar presentes con las personas y los lugares que hacen que nuestras vidas sean plenas.
Sí, la historia de Acción de Gracias conlleva dolor, y está bien reconocer ese malestar. Y también hay algo sagrado en el hecho de que la gente se reúna para compartir una comida, para ver y ser vistos, para reconectar después de meses de vidas ajetreadas. Merece la pena celebrar ese impulso humano de reunirse en torno al calor, el amor y la reflexión.
Así que, a medida que nos adentramos en la estación del dar y de la luz, deja que la gratitud sea tu guía. Escríbela. Háblala en voz alta. Vívela en tus acciones. Que sea un hilo que te conecte contigo mismo, con tu comunidad y con el mundo que te rodea.
Porque cuando la gratitud se convierte en una práctica -y no en un sentimiento pasajero- tiene el poder de curar, de conectar y de recordarnos lo más importante: los unos a los otros.
Nota de Building Hope
En Building Hope, creemos que la gratitud es una de las formas más sencillas y poderosas de fomentar el bienestar mental y fortalecer la comunidad. Esta temporada, te invitamos a practicar la gratitud no solo con palabras, sino también en conexión: mostrándote solidario con los demás, tendiendo la mano cuando alguien se te pase por la cabeza y dedicando un momento cada día a darte cuenta de lo bueno que te rodea.
La gratitud nos recuerda que no estamos solos. Nos recuerda lo que todavía es bueno, lo que todavía es posible, lo que todavía merece la pena celebrar. A medida que se acercan las fiestas, que todos podamos llevar ese calor adelante, juntos.
Artículo de Nadia Borovich, Coordinadora de Bienestar Comunitario de Building Hope Summit County. Si tienes una historia que compartir, ponte en contacto con ella en nadia@buildinghopesummit.org.



